Tras su cese como rector en 1914, Unamuno se trasladó con su familia a vivir en el caserón que había sido del regidor Ovalle Prieto, en la calle Bordadores, n.º 4, donde residió el resto de su vida y donde falleció el 31 de diciembre de 1936. Hoy no es visitable. Allí escribió obras como Abel Sánchez, La tía Tula, San Manuel Bueno, mártir, La agonía del cristianismo o El Cristo de Velázquez.
Hombre hogareño y familiar como era, desde su exilio francés añoraba en versos la vida casera:
«En sueños viajo por mi pobre casa ―la alcoba, el comedor, la librería― / el mundo entero en que mi amor vivía / y en que todo se queda y nada pasa» (1929) y recordaba escenas familiares entrañables: «Cuando tendido en nuestra cama de matrimonio, allí, en Salamanca, os oía tocar el piano —y no oficialmente, no en lección— y te oía cantar a ti, suspendía mi lectura para beber el canto y decirme: “Esta contenta y alegre, ¡gracias, Dios mío!”» (carta a su hija Salomé, Hendaya, 3 de mayo de 1927).
© de las imágenes: Casa Museo Unamuno y Santiago Santos
