Casa de la Aduana.
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Esta es nuestra novena parada: La Casa de la Aduana.

La Casa de la Aduana data del siglo XVII, y es el único edificio de carácter civil de ese siglo que se conserva en el casco urbano de Puerto de la Cruz. Los aledaños de la Casa de la Aduana, surgieron desde principios del siglo XVI como lugar de salida de las producciones del Valle de la Orotava.

Por Casa de la Aduana se entendía el conjunto arquitectónico formado por la Batería de Santa Bárbara, el antiguo resguardo de la Real Aduana y la vivienda de los Prieto – Alfaro, descendientes de los Franchy.

Los Franchy fueron quienes la arrendaron a la Real Hacienda para acomodar en ella las dependencias de las aduanas como residencia de los almojarifes o administradores hasta 1833, año en que pasa a Santa Cruz de Tenerife. 

Fue dirigida a partir del año 1620 por la familia Franchy, coincidiendo con un gradual asentamiento en el Puerto de la Cruz de una rica y poderosa élite mercantil de procedencia foránea, entre los que destacaban portugueses, ingleses, franceses y catalanes, de ahí el interés de la oligarquía orotavense, por controlar en su provecho el proceso de expansión de lo que sería el puerto principal de salida de sus producciones, destacando entre ellas el vino de malvasía. 

Su Majestad El Rey Don Felipe IV en su Real Orden del año 1648 otorgó al Puerto de la Cruz el título de "Llave de la isla", como se simboliza en su escudo heráldico. 

En el año 1689 el Puerto de la Cruz alcanzó su mayor desarrollo en la segunda mitad del siglo XVIII, propiciado por la destrucción del cercano puerto de Garachico tras la erupción volcánica del año 1706, con un activo comercio tanto local como extranjero. Su ambiente cosmopolita no pasó desapercibido y causó la admiración del propio Humboldt en el año1799. 
Al comienzo del siglo XIX, el Puerto vivió sus últimos momentos de esplendor, llegando incluso a ser el principal centro mercantil de Canarias. Tras este espejismo, surgió una crisis hasta entonces desconocida: la emigración fue masiva y el viñedo caía en picado debido a las plagas, por lo que el Puerto de la Cruz pasó a ser un centro mercantil secundario. 

Muchos son los usos que se han dado a la Casa de la Aduana desde su origen. Su misión inicial era gestionar y vigilar que las normas legales de tránsitos se cumplieran, pero no fue éste su única misión. Sus estancias bajas fueron también sede del Consulado Británico. 

La Casa de la Aduana fue testigo de numerosos actos y eventos que acontecieron más allá de sus paredes, formando parte de la extraordinaria configuración urbana que la ciudad tenía y que constituía uno de los centros de arquitectura doméstica más originales de Canarias. 

En el Puerto de la Cruz surgió un nuevo modelo económico, el turismo, aunque este se había ido desarrollando a la sombra de la actividad comercial desde inicios del siglo XIX, transformando completamente la ciudad, pero desgraciadamente sin conservar el magnífico legado de su arquitectura. 

La Casa de la Aduana sobrevivió a esta transformación urbanística gracias a la familia Baillon, quien adquirió la casa en el año 1963, usándola como residencia personal y a la vez manteniendo una parte abierta al público. La Casa de la Aduana alojó en sus habitaciones más cercanas a la batería de Santa Bárbara, al comandante de la Institución. Por ello contaba la casa, tras su remodelación, con una entrada conectada a la zona militar (hacia la plataforma del muelle), además de la entrada principal, de carácter civil, en su fachada de la calle de Las Lonjas, comunicándose ambas por un patio central. 

En el año 1810, el espacio exterior común de la casa y la batería fueron testigos de un suceso que marcaría una de las páginas más negras de la historia local, hecho conocido como el "Motín de los franceses", cuya consecuencia fue el cruel linchamiento de dos pacíficos franceses que vivían en el Puerto de la Cruz y que fueron acusados de colaboradores con las tropas napoleónicas, que por esas fechas se enfrentaban a las españolas en la Guerra de la Independencia.

Adosada a la Casa de la Aduana aparece una cruz llamada "La Carola". Se trata de la más antigua de las que se tiene noticia en el Puerto de la Cruz, tal vez la primera, la que marcó la cristianización y de donde tomó el nombre la ciudad. Se sitúa junto a las escalinatas que antes servirían para dar salida a los pasajeros del control de pasaportes y aduanas. Posee dos sudarios, el más antiguo es el que se coloca en la cruz de la vecina Casa Miranda. El otro está confeccionado con tela e hilos traídos desde Londres.

En este punto acabamos nuestra ruta , le agradecemos la atención que nos han prestado y esperamos que hayan disfrutado de la visita.

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