El edificio, bajo el proyecto y dirección de obra de Víctor Escribano Ucelay, se sitúa entre medianeras en la calle Cruz Conde, ofreciendo una fachada que destaca en el paisaje urbano por su exagerada pretensión de monumentalidad.
Así, la memoria de la Córdoba romana sirve de excusa para resolver, en un ejercicio compositivo sui generis, una problemática común a otros inmuebles de la calle: cinco plantas de altura, usos comerciales en planta baja, y residenciales en las plantas superiores. Esta memoria se manifiesta en la adopción figurativa del tipo del arco triunfal romano para marcar de manera rotunda el espacio de la calle.
Así, se dispone un orden gigante, de dos grupos de columnas corintias semiadosadas, entre los que se abre un colosal arco de medio punto. Sobre las columnas, se coloca un gran entablamento, cuya cornisa superior atraviesa toda la fachada. Sobre esta cornisa, el hueco del arco cuenta con dos parteluces, adoptando la clásica distribución termal. A ambos extremos del arco, el ático del arco triunfal ocupa las dos últimas plantas, adoptando de forma irónica las formas y reglas compositivas propias del manierismo de Miguel Ángel.
Dentro de su composición general, el valor icónico del edificio queda mermado por las transformaciones que se fueron produciendo en su planta baja. Así, mientras el acceso al edificio sigue presentando sin alteraciones la singular portada de columnas pareadas, las reformas de los espacios comerciales han terminado suprimiendo los filológicos plintos que resolvían el encuentro del orden gigante con el suelo.