Dice la leyenda que tras la conquista de Granada por los Reyes Católicos fueron muchos los nobles musulmanes granaínos que emprendieron el camino del exilio hacia tierras africanas. Llevaban en su corazón a la ciudad de sus padres y de sus abuelos, la que los vio nacer a ellos y a sus hijos, la ciudad a la que algún día esperaban volver.
Temerosos éstos de que en el trayecto hacia los puertos del Sur donde se embarcaban, les robaran sus fortunas los salteadores de caminos escondieron grandes tesoros entre los olivos que un día poblaron este monte.
Acontecieron paralelamente a estos hechos, otros, en los que se les dio libertad a muchos esclavos de estas familias de nobles, pues les resultaba muy costoso realizar su peregrinaje con un gran séquito. Muchos de estos esclavos, que eran de raza negra, conocedores de las idas y venidas de sus señores al monte de Valparaíso (que así se llamaba entonces), de los miedos y pensamientos de éstos, escuchados en más de una conversación entre ellos, organizaban sus estratagemas. Recuperada su libertad y sin oficio ni pertenencias, decidieron subir al monte y recuperar para sí los tesoros de los que antaño fueran sus señores.
Excavaron y excavaron en las laderas de este barranco sin éxito conocido, y extenuados por el esfuerzo y sin lugar donde cobijarse lo hicieron en estos huecos, que posteriormente acondicionaron dando lugar a las cuevas que hoy vemos y que convirtieron en sus hogares. Posteriormente, y ya mezclados con los moradores de raza gitana realizaron más de un sortilegio intentando conseguir algunas pistas con las que hallar los tesoros perdidos, de los que hoy no sabemos si fueron descubiertos o si estos tesoros siguen escondidos aquí, en cualquier lugar, muy cercano a nosotros…
Ahora continuaremos nuestro paseo adentraremos en el barranco de los Negros subiendo en busca del Museo de las Cuevas y de su mirador.