“Mapa de la memoria…”
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Caminamos por Acetres en dirección a la calle Cuna y tomamos ésta hacia la izquierda hasta desembocar en la Plaza del Salvador, donde se levanta la monumental iglesia barroca del mismo nombre. En ella será bautizado Luis Cernuda. Al verter el agua en la cabeza que tantos maravillosos versos creará, el cura lo nombra Luis Mateos Bernardo José. Hosco, intratable, frío, distante, tímido, suspicaz…, son algunos de los calificativos que, para describir la personalidad de Cernuda, emplearon muchos de los que lo conocieron. En resumen, un carácter difícil que le traerá muchas complicaciones a lo largo de su vida. Sin olvidar su homosexualidad y la difícil aceptación de la misma en una época y en una sociedad tan ideológicamente conservadoras como lo era la española, en general, y la sevillana, en particular, sobre todo en un asunto tan delicado en el que, además de la burla generalizada, sobre los homosexuales caían categóricas condenas por parte de la entonces omnipresente intervención moralizadora de la Iglesia Católica, que no dudaba en calificar como pecado injustificable tal tendencia sexual. No será hasta las lecturas en época universitaria de autores como André Gide cuando Cernuda comience a asumir con “naturalidad” su condición; hasta que eso suceda, el desasosiego y la lucha interior contribuirán a descomponer la figura.

Seguimos nuestro paseo por la Plaza Jesús de la Pasión, popularmente conocida como Plaza del Pan. Se trata de un espacio históricamente ligado desde época medieval al comercio y con conexiones literarias importantes (por ejemplo, es citado por Cervantes en su novela Rinconete y Cortadillo). Este lugar está conectado con la vida y la obra de Luis Cernuda. Con la primera porque en el número 8 tuvo una droguería su abuelo materno, Ulises Bidón, a la cual es de suponer que iría alguna vez el niño Albanio al quedar tan cerca de su primera casa. Y desde ella pudo contemplar largamente las tiendecitas incrustadas a la espalda de la Iglesia del Salvador, así como observar las figuras de los hombres que se dedicaban al transporte de mercancías, los llamados “gallegos”, herederos de los antiguos esportilleros de la época cervantina, que en esta plaza esperaban clientela.

En realidad, la mejor guía literaria de Sevilla es el libro que Cernuda escribió sin citar una sola vez la ciudad en que se desarrollaba: Ocnos. Siguiendo sus páginas se camina por la ciudad literaria, que no es más que un mapa de la memoria.

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I.E.S. GUADALQUIVIR - Lora del Río.

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