Panteón de la Duquesa de Sevillano
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Gracias a la reciente urbanización de la zona, desde el recinto del Fuerte de San Francisco se puede acceder de manera fácil y cómoda al final del parque de San Roque, donde se encuentra uno de los conjuntos monumentales más bellos de la arquitectura española del siglo XIX. Fue trazado por Ricardo Velázquez Bosco por encargo de la duquesa de Sevillano y condesa de la Vega del Pozo. El proyecto nació en 1887, año en que doña María Diega Desmaissières obtuvo del Estado la autorización para construir un panteón familiar en estos terrenos de su propiedad. Poco después empezarían las obras y, años más tarde, la edificación de un gran centro benéfico para niños y niñas de Guadalajara.

Estos asilos, como así fueron conocidos en origen, comprenden varios pabellones de sólida construcción y bello diseño en torno a explanadas, huertos, jardines, paseos y patios; entre estos últimos, es digno de visitar el llamado de los Peces y, junto a él, el dedicado a santa María Micaela.
No debemos olvidar que esta santa, Micaela Desmaissières, vizcondesa de Jorbalán en vida, era tía de doña María Diega y fue la fundadora de la Congregación de Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad, reverendas que hoy rigen los destinos del centro escolar que aquí está establecido.
Sobre el conjunto destaca la parroquia dedicada a la “Madre Corazón”, una peculiar iglesia en la que convergen estilos dispares, desde el románico hasta el renacentista. En el interior, resuelto con un programa ornamental mudéjar de gran belleza sobre los paramentos y la cubierta, se ha logrado un ambiente apropiado para el recogimiento.
El panteón es un edificio aislado que tiene por planta una cruz griega y por cubierta una elevada
linterna cerrada con una llamativa cúpula de cerámica vidriada de color púrpura; unas  características que le han convertido en una de la señas de identidad de Guadalajara.
En su interior, de gran riqueza por la profusión de mármoles y piedras nobles, puede admirarse el Calvario pintado por Alejandro Ferrán para el altar mayor, los mosaicos bizantinos de las bóvedas; y, en la cripta, el imponente monumento fúnebre de doña María Diega labrado por el escultor Ángel García Díaz.

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