Una vez hemos cruzado el puente del Arenal, tomamos a nuestra mano izquierda la calle Arenal hasta desembocar en la plaza de San Nicolás, donde se levanta la iglesia de San Nicolás de Bari. Esta iglesia fue construida a mediados del siglo XVIII y los navegantes de la época la adoptaron como punto de reunión antes de hacerse a la mar. De su apariencia exterior lo que más destaca es su facha estilo barroco donde diferenciamos una entrada principal con un tímpano, en el que se aprecia un precioso relieve elaborado en bronce, y dos torres campanario en cada uno de los extremos superiores del edificio. Si tienes la oportunidad de visitar el interior de esta iglesia, lo más característico de ella son los retablos rococós del gran maestro Juan de Mena.
Volviendo de nuevo al puente del Arenal por la calle Arenal y continuando un poco más adelante llegaremos hasta el Teatro Arriga, situado en la plaza con el mismo nombre, en honor al compositor bilbaíno Crisóstomo de Arriaga, conocido como el Mozart español por su gran talento, y cuyo busto preside la escalera imperial de este teatro. La inauguración de este gran edificio tuvo lugar a finales del siglo XIX y el arquitecto encargado de su construcción fue Joaquín Rucoba. Sin embargo, los bilbaínos solo pudieron disfrutar de este coliseo de las artes escénicas durante veinticinco años, ya que un incendio en 1914 lo redujo prácticamente a cenizas. Tras este fortuito suceso, se llevó a cabo la reconstrucción del edificio de la mano del arquitecto Federico de Ugalde. Su fachada, de estilo neobarroco-ecléctico, dispone de una forma curva-convexa y destaca por los numerosos elementos escultóricos utilizados para su decoración. Desde sus inicios, el Teatro Arriaga ha contado con espectáculos de primera fila, y en la actualidad se reserva casi en exclusiva a albergar representaciones de obras teatrales, quedando el Palacio Euskalduna para acoger las actuaciones de mayor escala y complejidad técnica.
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