San Raimundo de Fitero, personaje histórico de la Castilla del siglo XII, abad fundador del primer monasterio cisterciense de la península Ibérica y fundador de la orden militar de Calatrava. Todavía hoy, diferentes lugares se disputan el honor de haber albergado el nacimiento de tan ilustre personaje. Dos ciudades pugna por hacerse con su cuna, la aragonesa Tarazona y la francesa Saint Gaudens de Cominges. Los primeros datos históricos sobre su vida, se inician en el año 1141, cuando es proclamado abad del primer monasterio cisterciense de la península ibérica, tras llegar con los monjes de dicha orden en torno al año 1140 y descender a la llanura a Niencebas, antes de ocupar su sede definitiva en Fitero. Durante su mandato, el monasterio consolidó un abundante y rico patrimonio, pues, durante diez años, se sucedieron las donaciones reales y particulares, los privilegios y las adquisiciones, que culminaron con la protección eclesiástica del monasterio. En 1156, junto con la compra de nuevas propiedades, surgió la empresa de Calatrava, plaza que obtuvo el abad Raimundo en 1158 por donación.
Con la muerte del rey de Castilla Alfonso VII, en 1158, Raimundo se dirige a Toledo para que el nuevo rey, Sancho III, confirmase los privilegios que su padre había concedido al monasterio. Durante su visita se enteró de la noticia de que se preparaba una ofensiva de los musulmanes, y que el rey necesitaba ayuda para defender la plaza de Calatrava. Los templarios, incapaces de hacer frente a los sarracenos, cedieron la defensa de la fortaleza a Sancho III, quien, según el arzobispo Rodrigo Ximénez de Rada, anunció que daría Calatrava a quien la defendiera y, estando presente, el abad Raimundo solicitó la fortaleza. Realmente, debió suceder que Sancho III convocó a los príncipes cristianos para hablarles de la guerra en Almazán. Tales noticias debieron llegar al abad de Fitero, quien acudió a Almazán logrando la donación de la villa de Calatrava.
Tras ser concedida la defensa, en poco tiempo organizó un importante ejército que disuadió a los musulmanes de atacar la plaza. Allí, Raimundo, dirigió una comunidad compuesta por monjes procedentes de Fitero y por caballeros empleados en actividades militares de defensa. La orden fue de vida mixta, por lo que el abad dictó la regla de San Benito para los caballeros. La aprobación papal para la Orden de Calatrava no llegó hasta 1164, cuando Alejandro III la acogió bajo su protección. Sin embargo, el abad Raimundo había muerto en Ciruelos un año antes. En 1471 se trasladaron sus restos al monasterio cisterciense de Monte León de Toledo y desde el siglo XIX, las reliquias del santo se encuentran en la catedral de Toledo.