La Torre Andreu, más conocida como La Rotonda, con su mítica torre esquinera que da paso a la avenida Tibidabo, fue construida por Adolf Ruiz i Casamitjana, arquitecto adscrito al modernismo de moda en la época, entre 1906 y 1918, por encargo del rico farmacéutico Salvador Andreu, uno de los principales promotores de la urbanización de la falda del Tibidabo.
Justo acabada la obra en 1918 se añadieron dos pisos y el inmueble fue convertido en hotel: el Hotel Metropolitan, uno de los más lujosos de la Barcelona de entonces. Las obras fueron a cargo de Enric Sagnier, uno de los arquitectos más prolíficos de la Ciudad Condal, a caballo entre el modernismo y el clasicismo. También fue quien diseñó la pieza más importante: la torre de mosaico que encargó al artista Lluis Bru, el artesano de teselas más importante de Modernismo barcelonés. Durante esta época, vivió su máximo esplendor. Era concurrido por la alta sociedad, celebrándose grandes fiestas y banquetes. Pero a partir de los años 50 entró en decadencia.
En 1951 se hizo una nueva ampliación, a cargo de Josep Maria Sagnier i Vidal. Además, durante este periodo de posguerra española, al prohibirse los nombres extranjeros, el Hotel Metropolitan fue rebautizado como "La Rotonda".
En 1970, en plena crisis socio-económica, cerró como hotel de lujo. La decadencia condujo a un cambio de uso, el hospitalario, reconvertiéndose en la Clínica Rabassa.
En 1999 el edificio fue adquirido por la inmobiliaria Núñez i Navarro, que lo restauró entre 2010 y 2016, con un proyecto de Alfred Arribas: se conservó únicamente la fachada modernista y se procedió al derribo de la edificación proyectada por Sagnier, aumentando así su volumen para poderlo convertir en un edificio de oficinas.
A nivel arquitectónico, uno de los elementos más destacados del conjunto y que a la vez es responsable del popular nombre de la finca es precisamente la torre angular que se desarrolla en el extremo suroeste del conjunto, a su chaflán.
"La Rotonda" muestra una planta circular con ocho niveles de alzado. Presenta dos registros de aperturas -Puertas y ventanas- a planta baja y entresuelo, a diferencia del primer y segundo piso, con aberturas en balcón, decoradas con relieves de motivos vegetales y figurados que se abren a una losa corrida. Las ventanas del tercer nivel disponen de arcos escarzanos de extremos lobulares con decoración escultórica, y en el espacio de fachada que se sitúa entre estas se disponen unos paneles cuadrados que soportan un plan de mosaicos y teselas. Por encima de este nivel se desarrolla el templete que cierra la cima de la rotonda; de planta circular, se soporta con un pórtico de ocho columnas sobre las que impuesto sendos arcos mixtilíneo que soportan la estructura de la cúpula rebajada de crucería que cubre el conjunto. Todos los elementos estructurales están ricamente decorados; así, las columnas muestran un basamento con ratoneros de piedra artificial, un fuste revestido de mosaico de teselas y capiteles con unas grandes flores rojas cerámicas en relieve. La cúpula presenta una profusa decoración, tanto exterior -con aplacados de cerámica vidriada de diferentes motivos y tonalitades-, como interior -con revestimientos de mosaico de teselas con motivos florales. Destaca también la presencia de las figuras de ocho dragones, realizadas con cerámica vidriada de color verde y a modo de gárgolas medievales.
Además, la atrevida estructura de pilares de acero que lo sostiene, genera estancias amplias y diáfanas y convierte el edificio en un versátil contenedor. Esta virtud, ha propiciado una ajetreada historia de ampliaciones, retoques y cambios de uso, con frecuencia poco respetuosos con la obra inicial.
La siguiente parada situada al Passeig de Sant Gervasi, 47 nos llevará a sumergirnos en un oasis de paz y tranquilidad: se trata de los Jardines de la Tamarita.